Editoriales

En Tierra del Fuego se hace difícil informar

El próximo 7 de junio se van a conmemorar 211 años de la fundación de la Gazeta de Buenos Aires, el primer periódico patrio de la Argentina. La fecha nos permite todos los años reflexionar sobre nuestra actividad, el periodismo. La comunicación e informar siempre es fundamental, más aún en épocas como estas.

En tiempos donde los datos fluyen por todos los medios de forma permanente, el ejercicio profesional del periodismo es un desafío constante.

Producir información de calidad en épocas de pandemia exigió aun más a una actividad golpeada en la argentina.

Te propongo algo. Dame 2 minutos de tu tiempo para contarte de que se trata ejercer el periodismo en Tierra del Fuego. Y te lo voy a contar ahora, 5 días antes del 7 de junio día del periodismo, momento en que la clase política pretenderá hacernos creer mediante salutaciones o agasajos que respeta nuestro laburo. Doy fe que en la mayoría de los casos ese respeto no existe.

Desde que tengo uso de razón se trata esta de una actividad en la que debemos lidiar con las malas condiciones laborales. Esa situación lleva a que los eslabones más esencial de la cadena informativa -el o la periodista – tenga que buscar 2 o más trabajos para llegar a fin de mes. Eso explica en parte el deterioro en la calidad informativa que recibimos a diario.

A este problema de antaño en la prensa fueguina se le suma un nuevo dilema aun más contemporáneo que es la post verdad y las denominadas fake news.

Para los desentendidos en el tema, los periodistas y medios de comunicación en la Argentina estamos sujetos a todas las generales de la ley. Es decir, que la prensa -como cualquier vecino- es pasible de sanciones económicas en caso de determinarse que publicamos o reproducimos una calumnia o injuria ante una potencial falsa noticia.

Lo curioso -en tiempos de nuevas tecnologías- es que estas consecuencias económicas derivadas del mal ejercicio de la profesión ni cerca rosan a los generadores de fake news desde cuentas anónimas creadas por sectores políticos para perjudicar a adversarios con noticias falsas que se replican a la misma velocidad que la cepa de Manaos del coronavirus. Reitero, todo sin consecuencias jurídicas. Algunos cráneos de estas prácticas, hacen muchos años están enquistados en el Estado fueguino primero al servicio de alguna gobernadora y luego con cargos también en los municipios.

Pero volvamos a esa salutación, agasajo que el poder político nos hará llegar el próximo 7 de junio con sentidas palabras sobre el rol de la prensa y el “necesario servicio” que brindamos a la sociedad. Lo cierto es que esas palabras terminan siendo cartón pintado cuando ese mismo poder político censura, aprieta y utiliza a la pauta publicitaria como un mecanismo de presión o elemento disciplinador.

No se puede subsistir en el escenario periodístico sin pauta publicitaría. Esa realidad es aun mas acotada en los medios de estas latitudes que subsisten de la pauta publicitaria que el Estado otorga. A pesar de todas estas consideraciones, el hecho de que un medio goce de pauta publicitaria no debe significar que nos convirtamos en prostitutos de la actividad. Y es esa la parte que el poder político muchas veces no logra comprender.

Un medio periodístico no mide su excelencia informativa por la tirada de ejemplares, su céntrico edificio o su cercanía al gobierno de turno. Eso lo da exclusivamente la credibilidad y la veracidad. Eso no se negocia con ningún poder político.

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